26/12/10

ORIGEN DE LA FITOTERAPIA


Cuando pelamos una naranja, caminamos por un jardín de rosas o frotamos una ramita de lavanda entre los dedos, percibimos el aroma especial de cada una de estas plantas. Pero ¿que es exactamente lo que olemos? Hablando en términos generales, son los aceites esenciales los que otorgan a las especias y a las plantas su aroma y sabor específicos, y a las flores y frutas su perfume. El aceite esencial de la piel de naranja no es dificil de identificar; se encuentra en tanta profusión que sale literalmente a chorro al pelarlas. Las diminutas gotas de aceite contenidas en saquitos o células glandulares del exterior de la piel son muy volátiles ; es decir, se evaporan fácilmente, impregnando el aire con su aroma.

Pero no todas las plantas contienen aceites esenciales o volátiles con tanta profusión. El contenido aromático de las rosas es tan pequeño que se necesita una tonelada de pétalos para producir 300 g. De aceite de rosas. No estamos seguros del motivo por el cual unas plantas contienen aceites esenciales y otras no. Está claro que el aroma de los aceites influye en la atracción o repulsión de ciertos insectos o animales. También se cree que juegan un papel importante en la transpiración y los procesos vitales de la planta, y como protección contra las enfermedades. Debido a su naturaleza altamente concentrada y esencial, han sido bautizados como las “hormonas” o la “sangre” de las plantas.

Los aceites aromáticos pueden encontrarse en diferentes partes de las plantas: semillas, corteza, raíz, flores, madera, bálsamo y resina. Del naranjo amargo, por ejemplo, se obtiene aceite de naranja de la piel del fruto; petitgrain de las hojas y ramitas, y aceite de neroli de las flores. El clavero produce diferentes tipos de aceites esenciales de sus yemas, tallos y hojas, mientras que el pino silvestre produce distintos aceites de sus hojas, madera y resina. La amplia gama de materiales aromáticos obtenidos de fuentes naturales y el tipo de extracción y uso de los mismos se han ido desarrollando a lo largo del tiempo, pero sus orígenes se remontan a las primeras civilizaciones.

ANTIGUAS CIVILIZACIONES

Las plantas y los aceites aromáticos se han utilizado durante miles de años como incienso, perfumes y cosméticos, así como por sus aplicaciones médicas y culinarias. Su uso ritual constituía una parte fundamental de las tradiciones de la mayoría de las primeras civilizaciones, en las que sus virtudes religiosas y terapéuticas se entretejieron inextricablemente. Este tipo de práctica está aún vigente; por ejemplo en los templos tibetanos se queman remitas de enebro como forma de purificación; en occidente, en ciertos ritos católicos se quema el incienso.

La literatura védica de la India, hacia el año 2.000 a.C., describe unas 700 sustancias, entre las que se incluyen canela, el nardo, el jengibre, la mirra, el cilantro y la madera de sándalo. Pero las plantas aromáticas se consideraban algo más que simples perfumes; en la lengua Indoaria, “atar”, significa humo, viento, olor y esencia, y el Rig Veda codifica su empleo tanto litúrgico como terapéutico. La manera en que esta escrito refleja un punto de vista espiritual y filosófico, en el que la humanidad se considera como parte de la naturaleza y el manejo de las plantas medicinales una tarea sagrada: “Simples, vosotros que habéis existido durante tanto tiempo, incluso antes de que los Dioses nacieran, ¡quiero comprender vuestro setecientos secretos! (…) Adelante vosotras sabias plantas, curad este paciente por mi”.

Los chinos tienen a si mismo una larga tradición herbolaria que acompaña la práctica de la acupuntura, cuyo testimonio más antiguo es El Libro Imperial amarillo de medicina interna, que data de 2.000 años antes de Cristo.
En los remedios que contiene encontramos más de 2.000 plantas aromáticas como el apio y el jengibre que, además de sus aplicaciones terapéuticas se sabe que eran utilizadas para fines religiosos desde los tiempos más antiguos, como en las ceremonias Ki-Ki y Tcheou-Li. El alcanfor de borneo o borneol todavía se emplea en China para fines rituales.

Pero quizá el referente más conocido y variado de los primeros materiales aromáticos esta relacionado con el antiguo Egipto. Algunos papiros del reinado de Khuju, hacia el años 2.800 a. C., recogen el uso de muchas plantas medicinales, mientras que otros papiros escritos alrededor del año 2.000 a. C. hablan de “finos aceites y perfumes escogidos, y el incienso de los templos donde todos los dioses se regocijan.” Las gomas y aceites aromáticos como los de cedro y mirra se empleaban en el proceso de embalsamamiento; además, los egipcios eran expertos en cosmética y muy renombrados por sus preparaciones de plantas medicinales y ungüentos.

TESOROS DE ORIENTE

Las sustancias aromáticas y los perfumes naturales constituyeron una de las primeras mercancías comerciales del mundo antiguo, por su rareza y elevado precio. Cuando los judíos empezaron su éxodo de Egipto hacia Israel, hacia el años 1240 a. C. llevaron muchas gomas y aceites preciosos junto con los conocimientos acerca de su uso. En su viaje, según el Éxodo, el Señor transmitió a Moisés la fórmula para elaborar un aceite de unción que incluía entre sus ingredientes, mirra, canela, cálamo aromático, acacia y aceite de oliva. Este aceite aromático se empleo para consagrar a Aarón y a sus hijos en el sacerdocio, y se ha transmitido de generación en generación. El incienso y la mirra fueron ofrecidos a Jesús como presente en su nacimiento como tesoros de Oriente.

Los mercaderes fenicios también exportan sus aceites esenciales y gomas a la península arábica y gradualmente a toda la región mediterránea, en especial hacia Grecia y Roma. Introdujeron en occidente las riquezas de oriente; trajeron el alcanfor de la China, la canela de la India, las gomas de Arabia y las Rosas de Siria, asegurándose siempre de mantener sus rutas comerciales celosamente guardadas en secreto.

Si los griegos en particular aprendieron mucho de los egipcios, los romanos fueron aún más pródigos que los griegos en su uso de perfumes y aceites aromáticos. Utilizaron tres tipos de perfumes, ungüentos sólidos, aceites esenciales y perfumes en polvo. Los empleaban para perfumar el cabello, el cuerpo, la ropa y el lecho. Empleaban grandes cantidades de aceites esenciales para masajes después del baño.

Con la caída del Imperio romano y el triunfo de la Cristiandad, muchos médicos romanos huyeron a Constantinopla llevándose los libros de Galeno, Hipócrates y Dioscórides. Estas obras maestras grecorromanas fueron traducidas al Persa, al árabe y a otras lenguas, y con la caída del Imperio Bizantino, su conocimiento pasó al mundo árabe. Europa, mientras tanto, entraba en los llamados siglos oscuros.

Entre los siglos VII y VIII d. C. el mundo árabe dio muchos grandes nombres de ciencia, entre los que se encuentra Avicena. Este médico y erudito Persa escribió cerca de cien libros, uno de los cuales estaba dedicado a la flor más apreciada por el Islam: la rosa. Entre sus descubrimientos se le atribuye la invención del serpentín de refrigeración, un invento decisivo para el arte de la destilación, que utilizó para conseguir aceites esenciales y aguas aromáticas puras. Sin embargo, en el año 1975, el doctor Paolo Rovesti dirigió una expedición arqueológica a Pakistán para investigar la antigua civilización del Valle del Indo. Allí, en el museo Taxilla, a los pies del Himalaya, encontró perfectamente preservado un aparato de destilación fabricado en terracota. La presencia en el museo de vasos de perfume del mismo periodo, alrededor del año 3.000 a.C. confirmó su uso para la preparación de aceites esenciales.

El agua de rosas se convirtió en una de las esencias más conocidas y llegó a Occidente al mismo tiempo que los Cruzados, junto con otras esencias exóticas y el método para su destilación. Hacia el siglo XIIII, los perfumes de Arabia ya eran famosos por toda Europa. Durante la edad Media, los suelos se cubrían de plantas aromáticas y las personas llevaban encima ramitos de hierbas como protección contra las enfermedades infecciosas. Poco a poco, los europeos, a falta de los árboles que producían goma de Oriente, empezaron a experimentar con sus propias plantas, como la lavanda, la salvia y el romero. Hacia el siglo XVI el agua de lavanda y los aceites esenciales denominados “aceites químicos” podían comprarse en la botica.

LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

Durante todo el renacimiento, las sustancias aromáticas llenaban las boticas, constituyendo durante muchos siglos la principal protección contra las epidemias. Durante los siglos siguientes los farmacéuticos fueron analizando y registrando las propiedades medicinales y la aplicación de cada vez más aceites esenciales nuevos.

Las industrias de perfumería y destilación atrajeron a los hombres ilustrados del momento, y en los países europeos, especialmente en Grasse (Francia), surgieron florecientes empresas comerciales. Hacia finales del siglo XVII, la profesión de perfumista se separó de las de otros campos cercanos, estableciéndose una discusión entre perfumes y plantas aromáticas que habían pasado al dominio de la farmacia.


La alquimia dio lugar a la química. Con la revolución científica de principios del siglo XIX, los químicos identificaron por primera vez los diferentes constituyentes de los aceites, resulta irónico que estas investigaciones entusiastas sentaran las bases del desarrollo de los aceites sintéticos y de la moderna industria farmacéutica. La fitoterapia médica y los remedios aromáticos perdieron su credibilidad como métodos de tratamiento al tiempo que pasaban de las manos de personas individuales a las profesionales. Hacia mediados del siglo XX, el papel de los aceites esenciales se había reducido casi completamente a su empleo en perfumes, cosméticos y alimentación